Volvía de una mañana de trabajo en Ciudad Real, cuando cerca de Tomelloso me sorprendíeron unas cuantas gotas de agua sobre el sucio cristal del coche. A lo lejos, se percibían las sombras de un tremendo aguacero y ... de repente, ¡el arco iris! La sensación fue tremeda, inmediata. Desde dentro del coche y con el móvil, saqué una fotografía al tiempo que mi mente empezó a funcionar en clave de haiku. Vino la palabra carretera a mi mente, para inmediatamente salirme:
ya de regreso,
al final del camino
el arco iris
Y claro, me vino a la cabeza la frase de algunos periodistas sin escrúpulos que dice "no dejes que la verdad te estropee una buena noticia". En este caso, la verdad de la carretera destrozaba un aceptable haiku con la palabra "camino" (tal vez dándole vueltas salga algo digerible con "carretera", pero no es e caso hasta hoy). Me pregunto: ¿es lícita esta trampa? Lo cierto es que si la idea última no desvirtúa mucho la realidad, no pasaría nada; pero finalmente lo que alguien imagina al leer el haiku es la vuelta de un paseo por un camino terroso, al fondo del cual aparece el arco iris. Si el deber del haijin es dar fe de una sensación que él tuvo la suerte de percibir (vista, oído, gusto, olfato, tacto, ...) para compartirla con el mundo, es obvio que este haiku es una perversión. No voy de "pureta", pero no dejo de preguntarme... ¿le sigo dando vueltas para introducir la puñetera carretera?